viernes, 20 de agosto de 2010

Ciclos

Alguien muere ahogado
en una habitación obscura.
En un lugar que nadie conoce.
En una calle que nadie camina.
En los restos de una ciudad que pocos recuerdan.
Alguien muere ahogado
en sus propias lágrimas,
que no se dejan saborear
por la tristeza de no ser nadie
para nadie.
Por el enfado de alejarse
y ser desconocido,
aún en un reflejo.
Lejos.
Donde ni un tren de sonido llega.
Donde ni los pájaros se atreven a entrar
y al diablo le da asco mirar,
porque las lágrimas
lo ocupan todo.

En un punto,
bajo un farol
que se derrite sobre aureolas,
apenas se divisa una figura.
Hija del destino,
que ya no recuerda a su primogénita.
Que la olvidó en una curva de la carretera.
A las cuatro de una tarde de domingo.
Ahí por el sur.
Adonde regresan algunos a morir,
en paz consigo mismos.
Para cerrar el telón
sin recibir aplauso.

Pero nunca se está realmente solo.
Alguien muere en otro lado.
En ese segundo exacto.
Cuando el universo se equilibra,
y trae las cosas nuevas
a ocupar viejos espacios,
que la tristeza limpia y abandona.
Y así, las lágrimas se secan.
Y así, todo vuelve a empezar.

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1 comentario:

Realmentealpedo dijo...

MUy, pero MUY ilndo ;). Creo que lo que más me gusto fueron los versos de:
"Donde ni un tren de sonido llega.
Donde ni los pájaros se atreven a entrar
y al diablo le da asco mirar,..."

Ah, y de paso, viene muy bien el libro de Dylan. Tenías razón, cuando Bob nos decepcionó?Jaja

Saludos!