viernes, 24 de septiembre de 2010

Sobre Nicolás

Dylan dijo alguna vez que las canciones ya están escritas. Están sueltas por ahí. Solo hace falta encontrarlas. Claro que lo dijo en un intento de atenuar, aunque sea un poco, su genialidad. Mas nadie dudaría siquiera un segundo de ella; pero sí, a él alguien lo eligió para tener la sensibilidad necesaria. Sin embargo, en mi opinión, esta idea no se restringe solo a las canciones. Lo creo una obviedad, no es nada brillante lo que digo. Pasa con los cuentos, con los poemas, con las pinturas, con cualquier cosa plausible de ser producida por una persona.

Todo es pensamiento. Y todo pensamiento ya está "dicho" de antemano. Faltan almas gentiles que los encuentren y les den forma.

Me gustaría ser uno de esos que fueron obsequiados con tal poder divino. Yo vivo topándome con espejismos e imitadores. Y cada vez que los encuentro se me rien en la cara. Se descostillan de la risa. Me hacen sentir humillado e inútil.

No soy Borges, no soy Cortázar, no soy Zimmerman, no soy Rimbaud, no soy Lennon, no soy nadie en especial. Soy Nicolás. Solo busco algo que no voy a encontrar.

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lunes, 13 de septiembre de 2010

Sobre los tesoros

A riesgo de que se equipare este post a una suerte de entrada de diario personal, planteo el siguiente escenario:

En la búsqueda de unas cosas (unos dibujos que hice hace bastante) en el "arcón de los recuerdos", me di cuenta de que era momento de hacer una reducción del inventario. Se estaba comenzando a llenar todo de tierra y temí que la integridad de los elementos que estaban dentro del arca (léase: la caja de la multifunción, que se banca absolutamente todas) corriera algún peligro. Resolví que era hora del mantenimiento anual. Empecé a sacar todo.

Ahora me doy cuenta (y puede quien lea) de cuál es, aproximadamente, la cantidad de recuerdos (materiales) que guardo. Digo esto por el tamaño de la caja; una caja de multifunción, que dentro de todo es grandecita. En fin, ahí adentro guardo todo tipo de cosas, desde revistas, dibujos, libros, naipes, hasta dvds.

Retomo. Hoy, como ya dije, buscando unas cosas, y con la intención de proteger otras que estaban en “lista de espera”, encontré (siempre supe que estaban ahí, no fue sorpresa encontrármelas) unas hojas que por alguna razón tiempo atrás guardé. Pero hoy debo haberme olvidado de esa razón porque ante la falta de sentido que me representaba mantener guardados unos papeles que nada dicen, que alguna vez envolvieron algún regalo o una carta, las tiré. Hoy no encontré una razón para seguir guardándolas. Y acá viene lo importante del asunto: ¿cuándo algo pasa de ser un recuerdo a ser basura?, algo que no tiene utilidad pero que está ahí juntando polvo (y recuerdo: yo soy alérgico). No digo basura como quien dice "Pedazo de basura" como algo que da asco, sino basura en el sentido de que algo está ahí sin motivo aparente. Algo que no tiene más función práctica que la de estar ahí guardado, ocupando un espacio. Sé bien por qué las guardé cuando las guardé (sin querer contradecirme respecto de lo que dije más arriba), pero hoy ya no me parece que eso alcance, por eso se me tornó inútil seguir atesorándolas.

Estos papeles forman parte, sin embargo, de un conjunto más grande de cosas de las que aún no me puedo desprender. Aunque me siento seguro como para decir que es inminente su pasaje a mejor vida. Son recuerdos de alguien a quien quise demasiado y de quien, a pesar de todo, pretendí memorar hasta el más mínimo detalle. Pero bueno, me empecé a dar cuenta con el desembarazo de estas hojas en cuestión, de otra situación. Porque pasé de tener todos esos recuerdos guardados en una caja, que estaba adentro de LA caja, a ponerlos en un folio (porque entran cómodamente en un folio) y dentro del folio sí en la caja original, la más grande. Entonces, vuelvo al planteo original, ¿qué es lo que lleva a uno a decir un día cualquiera "Esto lo voy a guardar de recuerdo"? y un par de años después, en el mejor de los casos, pensar "¿Para qué caranchos guardé esto?". ¿Qué es lo que hace de algo digno de ser recordado y luego le quita tal honor para volverlo totalmente dispensable? Hay algo en el medio. ¿Será el tiempo? ¿Será que uno efectivamente madura? ¿Será que cambié desde aquel día hasta ahora? La respuesta, al menos a esta última cuestión, es SÍ. Es una obviedad, 3 años atrás (quiero suponer) no era el mismo que soy ahora. Era más joven y mucho más ingenuo (quiero suponer). Me importaban otras cosas quizás. Espero haber cambiado para mejor. Ser más fuerte respecto de ciertas cosas, más independiente respecto de otras, pero sospecho que en esencia uno no cambia; de acá a 10 o 20 años más, hay cosas que no cambiaré. Esencia. A las cosas más superficiales se las lleva el viento, como pregona el sentido común. Pero se las lleva porque no eran pilares. Porque no tenían el peso necesario, aunque hicieron de nosotros lo que en definitiva somos.

Por eso digo, otra vez, que nuestra esencia se mantiene intacta. Quiero creerlo así. Aunque lo importante o gracioso (o triste) de todo esto es que, ordenando, me pusiera a pensar en este problema filosófico de (según quién opine) baja calaña. Reflexionar en torno a la llegada de un día en el que podemos desprendernos de cosas que antes no lo hubiésemos siquiera considerado. Y caer en la cuenta de que a otras, caso "mudanza de una caja a un folio", cuesta más despedirlas. Pero creo que el hecho de trasladar recuerdos de una caja a un folio denota una reducción, de eso que se recuerda, en la escala de "valor conmemorativo". Así es que concluyo que todo este proceso muestra, efectivamente, un cambio personal. Superación (¿dulce superación?). Depende de cómo se maneje cada uno, si con la cabeza o con el corazón; pero se produce una inflexión en estos momentos de los que hablo, que arrastran todo un bagaje de situaciones vividas buenas y malas (esto es, recuerdos). Algo que me era elemental ahora ya no lo es; si bien se mantiene presente, pasó a un orden de importancia más bajo.

Pasa.

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viernes, 10 de septiembre de 2010

Escondidas

Adoro verte definir la libertad.
Verte darle forma en tus palabras.
Adoro que pronuncies con tu boca un oasis.
Y que inventes con tus ojos arcoiris.

Adoro que los pájaros sueñen en tu presencia.
Que el viento baile con tu pelo.
Adoro no tener que hablarte con mentiras.
Ni tener que fingir pactos.

Adoro lo que no te conozco
y que la brisa nos vuelva a separar.
Adoro que te escondas en los sonidos
y encontrarnos a orillas de una canción.

Adoro reflejarnos en fotos
que solo nosotros imaginamos.
Adoro que todo lo que digo
desaparezca ante tu sola imagen.

Adoro que sortees los besos
de la lotería que solo yo conozco.
Adoro ser el niño que llora
cuando se pierde en alguno de tus secretos.

Adoro verte colores
que despúes vas a susurrar.
Adoro ver lo que no ven
aquellos que no te adoran.

Adoro que vayas adelante
y que me guies hacia ninguna parte.
Adoro sernos desconocidos
y que los minutos nos hagan nosotros.

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jueves, 9 de septiembre de 2010

Tarde

El hijo de un héroe a un costado.
El hombre impreciso se presenta por correo, y viste de traje.
¿Qué hacer con eso?
¿Cómo evitar asesinar las responsabilidades?
La juventud se va escapando.
La melancolía ayer estuvo presente y me besó.
Ya comienzo a cansarme de tener que malograr todo.

Desperdicio las bondades.
Voy torturando pensamientos.
Voy malogrando granos de arena.
Imito infinitos rayos de agua
que incendian las huellas del pasado.
Las palabras vejan los suspiros de mi alma.
Se vuelven viento.

Es hora de sacar la basura,
las moscas se hacen intermitentes
entre los cadáveres con los que flotamos.
Río abajo caigo. Y las moscas son disparos.
Los fantasmas nos muerden los pies
y la tierra comienza a taparnos.
Hoy voy a rezar en el altar de la montaña.

Directo de algún lado.
Llega el minuto en el que los relojes mueren.
La sangre veda los ojos. El hastío me acuchilla.
La rutina se corona reina. Las fuerzas se desvanecen.
El río se vuelve negro (mi cuerpo se vuelve pesado)
y los peces no resisten las lágrimas.
Frente a tu portal cerrado la vida me deja de hablar.

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jueves, 2 de septiembre de 2010

440

Subo al colectivo. Hay asientos libres; voy y me siento atrás. En la última fila. Hay 5 butacas una al lado de la otra. Yo me siento en el medio. Puedo ver todo lo que hay, a izquierda y a derecha. Acá tengo perspectiva. A un par de cuadras un auto se frena en medio de la calle. Otros empiezan a tocar bocina. El colectivo hace sonar la suya. Es como si un perro grande le ladráse a uno más chico. El tipo está caliente. Le veo la bronca que se refleja en el retrovisor. Al lado mio la mamá y el nene hablan de los deberes. El colectivo frena porque dos chicos tocaron el timbre. (Ellos ya llegaron). Corro en el poco espacio y me siento solo. Me gusta sentarme solo. Más adelante seguro suben otras personas a ocupar los asientos vacios. Cuadras más tarde (acá el tiempo se mide en cuadras) suben nuevos pasajeros. Son dos. Están algo sucios. Creo que vienen de laburar. Hablan alto. Yo me doy cuenta de que hoy me pude sentar. Soy alguien afortunado, hoy puedo disfrutar del paisaje. Veo los grandes carteles. Me quieren vender tantas cosas. Me venden ofertas de supermercado. Me venden recitales en algún lado. Me venden gente a la que votar.
Si tuviese que comparar, afuera se esconde el frío y adentro vive la tierra. Yo soy alérgico. El colectivo vuelve a parar, pero esta vez para llenarse. Yo hoy me pude sentar. Miro a la gente, pienso en qué piensan. Yo pienso en ellos y pienso en ser poeta. No es fácil. No leí a nadie hablar de un viaje en colectivo. Convengamos que tampoco leí mucho. Quisiera tener otra sensibilidad. Pienso en decir cosas más importantes. Pero no soy ningún genio. Hoy solo puedo hablar de viajar en colectivo. Me gustaría tener otras palabras, las justas. Poderlas manejar como este tipo maneja su colectivo. Poder darle forma a lo que otros solo piensan, a lo que sienten pero no pueden decir. Pero yo no puedo ser un genio, aunque sí hablar de viajar en colectivo. Si cada vez que viajo en uno escribiese un poema sería el autor más prolífico.

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