Tres de invierno de dos mil frío.
Invierno, otra vez.
Los zapatos ya no abrigan las pisadas.
El viento me corta los labios y cruzo los brazos.
Tanto frío que hasta el alma se me eriza.
El pasto ya no es verde, puro blanco.
Dejó de ser amable la brisa de mi noche.
Dios hoy no va a madrugar.
Las recetas de la abuela comienzan el desfile.
Recomendaciones de papeles amarillos.
Me pierdo en una senda de gripes y resfríos
y casi que caigo contra el suelo.
Mi cabeza va a explotar.
Busco un espacio en el que el sol descanse y me acompañe.
Al resguardo del gélido viento.
Al reparo de los rayos de sol.
Tanto el frío y tan dulce el calor cuando lo pruebo.
Dan ganas de soñar.
La gente no se mira en el tránsito de pies.
Las manos se meten en los sacos.
Gris está el paisaje sentimental
como si las penas volaran y ocuparan los vacíos.
Los gorros de colores se empiezan a apagar.
Café, té, mate. El agua pierde regocijo.
La neblina matinal ahogó los ojos, sofocados andan.
Y las narices rojas... quién las va a robar?
Llego cansado de viajar.
Mesa de guantes y bufandas.
El frío renace y ya no como enemigo.
El frío renace pesadilla de antaño.
Siento la tibieza.
El calor empieza a renovar.
"Decime lo primero que se te venga a la cabeza."
"Hogar, dulce hogar."
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