Queda un abismo,
un vacío sin color.
Sin luz. Pura sombra.
Queda la nada.
Quedan las manos desnudas.
La sensación de no estar,
de no saber qué hacer ni decir,
como si no estuviese en tierra firme.
Mi memoria queda a merced del viento.
A los caprichos de un soplido que no es nuestro
atadas quedan las imágenes
que antes habían llenado el cuadro.
No nos dimos cuenta
y el trayecto se acabó.
El paisaje estuvo ahí,
pero nunca frené a disfrutarlo.
Llegamos a la cruz en el mapa.
A la línea de meta.
En este último casillero del juego
sentémonos y miremos hacia atrás.
¡Cómo corrieron las horas!
Se estrellaron contra el sol.
Y no velé por ellas. Tampoco las cuidé.
Se cayeron por el agujero en los bolsillos de algún pantalón.
Un vacio del tamaño de un planeta deformó mi corazón.
Me empapa la tristeza con aroma a licor.
Embriagados de alboroto.
Todo por el deseo de escapar de la novela.
Cada vez las ramas se bifurcan más.
Las rutas van abriendo y ensanchando.
Las flechas van cruzando.
Y los viajeros convinieron que es momento del adiós.
"Adiós, ha sido un placer."
"Adiós, un gusto habernos conocido."
Pero todo esto sigue, cada uno por su lado.
Cada uno con su propia aventura.
¿Por qué tanto dolor?
¿Por qué me toca a mí sentir esto?
Es condensación de ardores inesperados
que se agrupan en una nube de tristeza.
Pero damos cuenta de que las cosas cambian
y ya no somos como ayer.
Ayer dolía. Hoy ya pasó.
Así de sensible soy.
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1 comentario:
Brillante Nico!, no menos se puede esperar viniendo de vos, pero este en particular es excelente y se no ta la evolución con respecto a los anteriores.
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