jueves, 9 de septiembre de 2010

Tarde

El hijo de un héroe a un costado.
El hombre impreciso se presenta por correo, y viste de traje.
¿Qué hacer con eso?
¿Cómo evitar asesinar las responsabilidades?
La juventud se va escapando.
La melancolía ayer estuvo presente y me besó.
Ya comienzo a cansarme de tener que malograr todo.

Desperdicio las bondades.
Voy torturando pensamientos.
Voy malogrando granos de arena.
Imito infinitos rayos de agua
que incendian las huellas del pasado.
Las palabras vejan los suspiros de mi alma.
Se vuelven viento.

Es hora de sacar la basura,
las moscas se hacen intermitentes
entre los cadáveres con los que flotamos.
Río abajo caigo. Y las moscas son disparos.
Los fantasmas nos muerden los pies
y la tierra comienza a taparnos.
Hoy voy a rezar en el altar de la montaña.

Directo de algún lado.
Llega el minuto en el que los relojes mueren.
La sangre veda los ojos. El hastío me acuchilla.
La rutina se corona reina. Las fuerzas se desvanecen.
El río se vuelve negro (mi cuerpo se vuelve pesado)
y los peces no resisten las lágrimas.
Frente a tu portal cerrado la vida me deja de hablar.

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