jueves, 15 de julio de 2010

Un día

¿Cómo acomodarme a esta desordenada sensación?
Me impusieron una camisa de fuerza que constriñe toda emoción.
Me ataron de pies a cabeza.
Asesinaron nuestra diversión.

Por la puerta a medio abrir
entra el fresco que no pide permiso.
Tiene el gusto del invierno.
El gusto que el frío deja cuando te agarra de la mano.

En un colchón de hojas secas
me voy a tirar a dormir una siesta
que sepa mitad a tu cariño y mitad a tu belleza,
para despertar renovado a orillas del sol que sale.

Pero hoy te pido que no quememos nada.
Que lo bueno sigue siendo bueno,
aún cuando el cielo se deprima y las palabras no salgan de casa.
Aún cuando lo malo siga siendo malo.

Cuando las ideas se cierren y el puente se deshaga
si querés podés pedir un abrazo.
Pero todo lo que va viene,
y si me confundo voy a correr a tus brazos.

Por más bien que me siente esta camisa
comienza a darme urticaria.
Pero ahora que cuento con vos, somos dos,
va a ser más fácil desabrocharla.

Así que mejor me la saco y la tiro
y me libro de posibles desgracias.
Con tamaño obstáculo lejos
cualquiera recupera eficacia.

Me honraría me acompañes
a mi colchón de hojas doradas,
que sobre el cielo se posa
un escenario de estrellas plateadas.

Ahora que la noche nos abriga
y nos recibe con toda elegancia,
quedémonos sentados,
(dormidos) a esperar la tersa luz del alba.

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